Vivencia del Tinkuy

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El IV Encuentro Nacional de Niños y Niñas de Pueblos Originarios y Afroperuanos Tinkuy 2015 congrega a 148 estudiantes que comparten los saberes de sus comunidades.

Por Javier Ugaz

El primer día nadie imaginó que se iba a cantar el himno nacional en tres idiomas (quechua, aimara y castellano), ni que el Perú también se componía de los 148 rostros infantiles que se hacían presentes en el IV Encuentro Nacional de Niños y Niñas de Pueblos Originarios y Afroperuanos Tinkuy 2015.

Tampoco se imaginaron que un niño de Moquegua hablante del quechua y una niña ashaninka de Junín iba a ser la primera pareja en bailar espontáneamente y que después los demás salieran a moverse con Qué linda flor, Ya se ha muerto mi abuelo y Préndeme la vela, pero con las letras cambiadas por los músicos de la Digeibira. Así, “qué linda flor, qué hermosa flor, qué hermosa flor es esa chiquilla”, se convirtió en “qué lindo es hoy, qué lindo es hoy… nuestros niños del Tinkuy llegaron, ellos llegaron/ vienen de la sierra, vienen de la costa, vienen de la selva, cómo me encanta”. O el conocido “Ya se ha muerto mi abuelo, ayayay”, en “Llegó nuestro Tinkuy, ayayay, estamos contentos, ayayay, estamos bailando”.

Menos se pudo prever que en el compartir con las viandas traídas por las delegaciones íbamos a encontrar pescado ahumado de la selva, choros frescos del Callao, diferentes variedades de maíz tostado, quesos frescos y semiduros, quesillos con miel, sacha piña, charqui, tamales, kankacho, panes diversos y demás.

Tanta diversidad desbordante, difícil de así rencontrarse con tanta diversidad de rostros caritas nerviosas, sorprendidas, unas pintadas, otras sonrientes, en un lugar campestre con otros niños y niñas completamente diferentes en usos y costumbres pero del mismo grado de primaria ni que iban a ver en pantalla gigante lo que vivieron los estudiantes del año anterior y que ahora les tocaba a ellos, ni la emoción y la picazón que esto produjo en cada uno de los asistentes por visitar Palacio de Gobierno, mojarse en la playa, hacer migas con niños de otros pueblos, recorrer el Circuito Mágico de las Aguas, estar en todos los talleres de arte, en fin, aprender y enseñar jugando.

Por la tarde, los talleres tuvieron un objetivo: generar confianza en cada uno de los participantes para que se sientan seguros de lo que son, de ser miembros de un pueblo o comunidad, de hablar una lengua originaria y poseer una cultura que pueden dar a conocer sin vergüenza.

“Me gusta mostrar lo que sé, contar a los demás que en mi comunidad hacemos cosas para conservar el medio ambiente”, señala Sergio, de Carhuaz, provincia de Áncash. “En mi comunidad vivimos bien, queriendo a la naturaleza”, dice Maji, una niña del pueblo awajún en la provincia de Condorcanqui, Amazonas. Maji no sabía que lo que hacen de manera natural en su comunidad era conocido por otras personas y considerado como prácticas valiosas de conservación del ambiente.

“El agua es importante para nosotros, y por eso la cuidamos y le hacemos rituales”, dice Lucio, de Paucartambo, Cusco, quien nos cuenta que en su comunidad cosechan el agua y la distribuyen adecuadamente para el riego y crianza de animales. Además, por medio de canaletas, alimenta el huerto de hortalizas y cebollas de la escuela.

Desde la selva, casi todos los chicos de la región Loreto han viajado en deslizador, peque peque, avión, avioneta y bus para llegar a Lima. Ani es una niña que vino del Putumayo, es alegre y le gusta conocer de todo. Se pone alerta cuando escucha que los mayores dicen ‘secoya’ porque secoya es el nombre de su pueblo indígena que significa “río pintado con los colores del arcoíris”. Le gusta el cariño con que la tratan en el encuentro, se siente bien, atendida. Junto a sus tres amigos de colegio ha traído al Tinkuy un proyecto escolar sobre la cosmovisión de su comunidad. “Me gustaría seguir estudiando para conocer más y después viajar por todo el Perú”, confiesa.

La sal de los cerros

La revaloración de la mina de sal ubicada a dos horas a pie de la comunidad de Canoapuerto, en la provincia de Alto Amazonas, es el tema que compartirán los estudiantes del pueblo shawi en el Tinkuy 2015. La sal se usa para el consumo, para pishtar o salar el pescado, y también para la cacería de animales: una piedra de sal es colgada en el monte a cierta distancia del suelo, la lluvia moja la sal y deja un charco adonde llegan a beber todo tipo de animales. Ahí aprovechan para obtener las provisiones. Pedro, un niño shawi que participa del Tinkuy, nos explica que en su comunidad están promoviendo el uso responsable de este yacimiento y potenciándolo como un atractivo turístico.

También nos confía que para extraer el mineral hay un secreto que forma parte de la cosmovisión shawi. La sal tiene su madre y por tanto hay que cumplir algunas normas: por ejemplo, no tener relaciones una semana antes de ir a la mina ni tampoco ir con el estómago lleno. Además, una mujer menstruante no debe acercarse al lugar.

La laguna Tapada queda en una zona pantanosa ubicada en la provincia Gran Chimú, en el departamento de La Libertad. Diana y Liz, dos niñas que vienen de este lugar nos cuentan que en su escuela han organizado campañas y brigadas de fomento y de sensibilización para conservar el pantano. Y es que aquí crece una planta acuática del cual se extrae un material parecido al carrizo que se cosecha dos veces al año. Ahora, con ayuda de sus padres, elaboran manualidades.

Fuente: Servindi

Categoría: Cultura, Noticias, Pueblos Indígenas