El Papa, con indígenas en Perú: «Los pueblos de la Amazonía nunca han estado tan amenazados»
Fervor desbordado, muestras de cariño por todos los rincones. Con un 80% de católicos y una profunda religiosidad, Perú es un bálsamo para el Papa después de su complicado peregrinaje por Chile. A la nación le invade una calma chicha tras la tempestad que provocó el indulto a Alberto Fujimori, clima muy conveniente para la clase política, necesitada de una tregua con el fin de reorganizarse. Pero el primer desplazamiento del Sumo Pontífice a una provincia, que él mismo escogió cuando planificó la gira, no fue para cantar maravillas ni escucharlas.
En Puerto Maldonado, capital de la región selvática Madre de Dios, ante 3.500 indígenas de diferentes etnias originarias de la Amazonía, tanto de Perú, Bolivia como Brasil, Francisco ha escuchado sus preocupaciones, en especial los peligros que acechan a sus pueblos y a la Naturaleza por obra de la insaciable mano del hombre.
«Los que son de otros lugares, quieren desaparecernos. Los pueblos indígenas de la Amazonía queremos decir a toda la Humanidad: estamos preocupados porque la Tierra se está malogrando, los animales se están reduciendo, los árboles, desapareciendo», ha manifestado un nativo en su turno.
«Nuestro territorio era una belleza, lleno de plantas, aves, peces en abundancia. Ahora han entrado la empresa petrolera, la maderera, la minería, nos han contaminado y nos hemos quedado débiles, sin animales, plantas y árboles. Pedimos al Papa que ore mucho para que la Amazonía no pierda sus valores», ha denunciado otra de las indias que realizaron una breve intervención. «Queremos conservar nuestras costumbres; nuestros hijos deben valorar nuestra forma de vida».
Razón no les falta. La deforestación en Madre de Dios es más crítica que nunca, según Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP). Tala indiscriminada de árboles para alimentar la industria occidental de maderas finas, áreas selváticas y fuentes hídricas arrasadas por la minería ilegal de oro; presión de las multinacionales para explotar sin contemplaciones zonas de enorme riqueza ambiental, construcción de carreteras, latifundios agrícolas.
«La despensa de la Humanidad»
Sólo en 2017 arrasaron con 20.000 hectáreas de selva, equivalentes a 28.500 campos de fútbol. Lo descorazonador es que duplica la cantidad que aniquilaron en 2008, el año en que comenzaron ese tipo de supervisión. Basta contemplar imágenes aéreas de algunas zonas de minería o tala, para constatar que las voces de alarma no surten efecto y la destrucción avanza sin control.
El Santo Pontífice, autor de la encíclica ambiental ‘Laudato sí’, se unió a las voces de los nativos, pero también tuvo palabras críticas hacia quienes consideran que hay que preservar las vastas selvas del Amazonas por encima de todo por ser «la despensa» de la Humanidad. «La defensa de la Tierra no tiene otra finalidad que no sea la defensa de la vida», ha manifestado.
«Los pueblos amazónicos nunca han estado tan amenazados en sus territorios como ahora, una tierra disputada desde varios frentes, el neo-extractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos que dirigen su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro, monocultivos agroindustriales», ha alegado Francisco. Pero ha denostado ciertas políticas que promueven la conservación de la Naturaleza sin tener en cuenta a seres humanos. Provoca asfixia y emigración ante la falta de alternativa».
A su vez, el Papa pidió «un diálogo intercultural» con los indios como «principales interlocutores (…) Ustedes son un grito a la conciencia de un estilo de vida que no logra dimensionar los costes del mismo«. Y alzó su voz a favor «de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario, que son los más vulnerables entre los vulnerables. Sigan defendiendo a estos hermanos, no podemos disponer de los bienes comunes al ritmo de la avidez y el consumo».
También se refirió a la trata de personas, tan común en esas regiones apartadas y de difícil acceso. «No nos hagamos los distraídos, hay mucha complicidad (…) Deberíamos hablar de esclavitud para el trabajo, para la explotación sexual. Duele constatar cómo en esta tierra tantas mujeres son tan menospreciadas y expuestas a un sinfín de violencias».
Fuente: El Mundo.