Lote 192: Ninguneo a los indígenas
Por Claudia Cisneros
“El Lote 192, que se encuentra en Loreto, es el principal centro de explotación de petróleo en nuestro país. Prácticamente, el 20% del petróleo que se explota a nivel nacional proviene de este lote, y se encuentra superpuesto al territorio de pueblos indígenas: las cuencas del Pastaza, Tigre, Corrientes y Marañón, pueblos quechua y achuar, principalmente, y cuyos territorios a lo largo de estos 40 años de explotación petrolera han sido gravemente afectados. Sus fuentes de agua contaminadas, sus lagunas, ríos y, por lo tanto, también, su salud afectada. El contrato de concesión vence este 29 agosto y el Estado peruano debe consultar a los indígenas sobre la actividad petrolera y sobre su continuidad. Ellos han manifestado que están de acuerdo con que continúe la explotación petrolera 30 años más, pero exigen que se cumplan condiciones mínimas que les garanticen que en adelante no se va a seguir contaminando sus territorios como ocurría en años pasados. Y que se va a descontaminar aquello que dejaron las empresas anteriores, así como que se va a garantizar un plan integral en su salud y se va a titular de manera integral su territorio. Cosa que lamentablemente hasta el día de hoy no se cumple”. (Verónika Mendoza).
Esta semana llegaron más de 30 líderes nativos amazónicos a Lima en la mejor disposición de cumplir con la etapa de diálogo de la Consulta Previa del Lote 192. El 20 de julio se había suspendido el diálogo en Iquitos porque no había autoridad gubernamental con suficiente peso para responder a las 27 exigencias de los nativos.
“A pesar de que hace 40 años que nos han destruido, todavía así damos cara. Ya estamos nosotros fregados…no sé qué metales pesados tenemos en nuestra sangre. Por su culpa estamos en esta condición. No nos hubiéramos sentado con ellos (…) Pero hemos pensado, para que no nos digan que los nativos somos salvajes, que somos terroristas, vamos a sentarnos. Venimos luchando porque nos respeten nuestro derecho. Pero nos estamos dando cuenta de que no tienen ese interés. No tienen ese corazón. Solo les interesa el petróleo, no nuestras vidas”. (Apu Aurelio Chino).
Los graves daños a la salud y a tierra y fuentes de agua que han afectado a más de 100 comunidades nativas, a más de 20 mil peruanos, han sido oficialmente documentados por OEFA, ANA, Digesa, Osinergmín. Hasta cuatro declaratorias de emergencia ambiental por altísimos niveles de contaminación con metales pesados, arsénico, plomo, hierro, níquel, cadmio, hidrocarburos. Comunidades enteras cuya agua ya no es apta para consumo. Más de 123 puntos contaminados, uno de ellos en la Reserva Nacional Pacaya Samiria. (73% de muestras que superaron límites permisibles de hidrocarburos).
Sus demandas son sensatas y de absoluta necesidad: la remediación e indemnización por daños y zonas afectadas, la justa compensación por uso de tierras, la imperiosa titulación integral de su territorio y una evaluación ambiental integral independiente. Más allá de quién resulte el nuevo postor del lote (privado o Petroperú), el mensaje indígena es unívoco: “Sea una empresa transnacional la que opere los próximos 30 años o sea una empresa estatal, lo que queremos es que el Estado garantice nuestros derechos. No estamos en contra de la explotación petrolera, no estamos en contra del desarrollo, sí estamos de acuerdo, pero queremos que sea una explotación responsable. Respetando nuestro medioambiente, a nosotros, nuestros ríos, nuestros hijos”. (Apu Carlos Sandi).
Ante esto, ¿qué ha hecho el gobierno? Tras la llegada de los apus a Lima, solo la ministra Ortiz (Minem) y el ministro Von Hesse (Agricultura) los atendieron, y mal. Los citaron a las 2:00 p.m., los atendieron recién a las 6:30 p.m. y Ortiz apareció con una propuesta unilateral sobre beneficios económicos, con una cifra muy lejana a la propuesta hace meses por los nativos, y dándoles ultimátum para aceptarla en dos horas. ¿Eso es diálogo? ¿Eso es inclusión intercultural? ¿Así esperan generar respeto, consenso, armonía? Después que no se quejen cuando se empuñen las lanzas.
Fuente. La República