Lo peor y lo mejor del conflicto
Por Jorge Bruce
Para los psicoanalistas el conflicto es la esencia de nuestra tarea: “No solo lo peor sino lo mejor de la mente humana se aloja en el conflicto. Si el procedimiento prospera, no solamente se mitiga el dolor psíquico sino también la estupidez, acota Freud en alguna conferencia”. Esto responde el gran psicoanalista uruguayo Marcelo Viñar, en una entrevista que le hiciera su colega peruano Moisés Lemlij.
Recordé esta observación de Viñar ante la abrumadora cantidad de sucesos y análisis generados a raíz del conflicto entre quienes se oponen y apoyan el proyecto de Tía María, hoy suspendido. De lo peor hemos visto abundantes muestras: violencia, corrupción, ausencia de liderazgo, carencia de inteligencia (tanto en el sentido técnico como en el literal), incapacidad de escucha, mentiras, miedo, desesperación. Tanto que lo mejor ha quedado oculto o ignorado.
Cuando el Presidente de la SNMPE dice en una entrevista por TV que “hasta su empleada” entiende sus argumentos, el inconfundible sesgo ideológico racista y despectivo de la expresión anula el argumento que estaba fundamentando, acerca de los acuíferos. Al punto que ya nadie lo recuerda. Este es un buen ejemplo de las partes en el interior del conflicto. Es posible que su punto de vista fuera válido y digno, por lo tanto, de ser escuchado y debatido. Pero desde el momento que necesita reforzarlo estableciendo la inferioridad de sus interlocutores, nos proporciona una valiosa clave para entender por qué el diálogo está sepultado bajo los relaves contaminantes de la Southern y las pedradas de los huaraqueros.
Viejas divisiones clasistas y racistas emergen cada vez que la tensión arrecia. Puede ser en procesos electorales o en decisiones de inversión de gran envergadura, que comprometen la vida de miles de personas, tanto en el valle del Tambo como en el resto del país. No es solo cuestión de intereses, económicos y políticos, evidentes y exaltados.
Pero asimismo, una historia que no puede ser dejada de lado. Como me decía un alumno en mi clase de Teoría Psicoanalítica de la Cultura en la PUCP, el día de ayer, “pedirles a los habitantes de la región que confíen en la Southern y el Grupo México es como pedirles que suspendan sus habilidades cognitivas”. Como se sabe, la Southern causó daños ecológicos tan graves e irreversibles que, a su lado, la corrupción del dirigente Pepe Julio Gutiérrrez, siendo grave, es poco más que un plato de lentejas. Dicho grupo acaba de ser gravemente cuestionado en Aznalcóllar, Andalucía, España, por sospechas en la adjudicación de la concesión. Y en Sonora, México, hay un río envenenado por su descuido.
Si queremos que los argumentos sean escuchados, que la civilización prevalezca, tenemos que tomar en cuenta el inmenso malestar en el que se da el proceso. La frase del señor Gálvez no es tan solo un lapsus: expresa las atroces heridas históricas que lastran nuestro desarrollo. Saber escuchar ese rencor, esa desconfianza y ese dolor, es la mejor oportunidad que nos ofrece este enésimo conflicto entre peruanos.