El catálogo más racista

51725

Por Jorge Bruce

Hace algunas semanas se armó un justificado revuelo en torno a un catálogo navideño de Saga Falabella. Como se sabe, ante las protestas de las redes sociales, la empresa tomó la decisión correcta de retirar el producto. La foto que más circuló muestra a unas niñas que parecen sacadas de una serie de TV norteamericana de los años 60, exhibiendo unas muñecas rubicundas y rosadas, extrañamente parecidas a ellas. La clara connotación racista de esta pieza publicitaria, que excluye de facto –pues no se trata de un hecho aislado sino dominante– a la mayoría de peruanos andinos, mestizos u orientales, como bien señala Wilfredo Ardito, ocultó que se trata de un trabajo publicitario de pésima calidad. Es de un kitsch que haría estallar en carcajadas a publicistas del mundo desarrollado. Tanto las niñas como las muñecas –cuyo parecido tiene algo ominoso– parecen menos personas o simulacros de personas, que adornos navideños de máximo convencionalismo.

Pero el punto que observa Ardito, en su texto “Saga Falabella: El Gigante es Otro” (publicado online en Lamula.pe), me parece absolutamente central. El catálogo más racista no es de Saga, Ripley, Oeschle o Topi-Top: es el que está introyectado en la mente de la mayoría de peruanos. Estas son sus palabras: “En realidad, más fácil es sacar de circulación un encarte de Saga Falabella, que sacar de la mente de tantos peruanos la creencia en que las bromas racistas son inocentes y divertidas. Más fácil es sacar del aire a La Paisana Jacinta que sacar el racismo de la mente de muchas personas. Más fácil es sacar de Ancón o Naplo las sogas que impedían el paso de los bañistas que sacar las cercas mentales que tantos peruanos establecen para no alternar con sus compatriotas.”

Quisiera desarrollar en breve este punto. Los peruanos no solo tenemos un catálogo incrustado en la mente: nos catalogamos continuamente unos a otros, asignándonos (incluidos nosotros mismos) lugares sociales estrechamente asociados a nuestro biotipo. El trabajo para erradicar esta segregación de facto es tanto personal como social. Mientras tanto, hay una colusión, acaso inconsciente, con piezas publicitarias que niegan la existencia de una gran mayoría de compatriotas, excluidos de los cánones de belleza occidentales…que ya han desaparecido en el Primer Mundo. Habiendo terminado la COP20, deberíamos pensar en que cuidar al planeta comienza por cuidar de sus habitantes. Ese catálogo inconsciente nacional no brotó espontáneamente, como mala hierba. Fue cuidadosamente sembrado, con una carga letal de pesticidas, para mantener un orden social y económico inicuo que se está desmoronando. Sabemos que lo más difícil de erradicar son los hábitos inculcados en la temprana infancia, particularmente si son reforzados masivamente por los medios y la educación.

Lo rescatable de este episodio es que no es el único en que una empresa retrocede. El siguiente paso es que comprendan lo esencial del reconocimiento y desistan de ese bombardeo “aspiracional”, que no es más que un eufemismo para decir “alienación”.

Fuente: La República

Categoría: Discriminación, Noticias