La discriminación como un acto político
“Lo cierto es que en esta casa
hace mucho tiempo que todos dormimos
y nadie intenta muchas cosas
nadie intenta de verdad alguna sola cosa diferente”[1]
[1] Wiener, G., (2016), Ejercicios para el endurecimiento del espíritu, Lima, Perú, PesoPluma.
Por Ilyan Gómez y Josué Losada
¿En cuántos establecimientos públicos del mundo existe un cartel prohibiendo la discriminación? Hace aproximadamente cuatro años se establecieron en varias municipalidades ordenanzas para ubicar en el ingreso principal de éste tipo de establecimientos, un aviso visible con el objetivo de prohibir y erradicar las prácticas de éste tipo; sin embargo, según los resultados de la primera encuesta nacional de percepciones y actitudes sobre diversidad cultural y discriminación étnico-racial publicados por el Ministerio de Cultura a inicios del 2018, el 31% de peruanos manifiesta haber sufrido algún tipo de discriminación en los últimos doce meses (I Encuesta Nacional Digital, 2018)[1].
¿Cómo se están manejando estas interacciones, en principio íntimas, en estos lugares públicos? La discriminación es un acto político que necesita o siempre espera conversar con una audiencia porque ésta la sostiene para así reafirmar un único orden. Simpatizar con un lenguaje que genera exclusión y marginalidad como mecanismo de poder, es parte de una postura que no es consciente del otro o busca invisibilizarlo.
Es necesario entonces, como primera medida, reconocer si es el discurso propio es el que está fomentando estas situaciones. No solo basta con no ser quien inicie una conversación en donde se manifiesten discursos de segregación, es suficiente con ser parte del público espectador al escuchar y no tomar una postura crítica al respecto. Una muestra de este tipo de actitudes es el reflejo de los datos encontrados en la encuesta mencionada anteriormente con respecto al racismo, uno de los principales motivos de discriminación en Perú[2]: el 53% de la población cree que los peruanos en general son personas racistas; no obstante, solo el 8% de los encuestados se declaró abiertamente racista[3]. Reconocer y denunciar, es evidentemente el primer paso para avanzar como sociedad diversa.
Para ejemplificar de manera práctica estos comportamientos, se propone la siguiente situación: Don Pedro, un habitante de la calle ingresa a un restaurante para pedir un menú ejecutivo. El restaurante representado por su dueña, rectifica el discurso ya mencionado por un mesero y le solicita a Pedro que se retire a pesar de que él tiene el dinero para adquirir el almuerzo. Este acto, tiene en común con cualquier situación de discriminación en un establecimiento público tres actores: quien discrimina, quien es discriminado y una posible audiencia.
La situación de rechazo a don Pedro por parte del restaurante no sólo se debe entender como un síntoma contra su humanidad individual y particularizada, sino como un acto de segregación hacia lo que el restaurante considera que la humanidad individual y particularizada de don Pedro representa. La existencia de don Pedro es en simultáneo privatizada y privada; en otras palabras; en ese espacio (en principio público) se le impone a don Pedro aparecer sólo para sí mismo y, a su vez, proteger de alguna perturbación a los comensales o posibles comensales.
Esto último da pie para introducir ya no a la reacción del restaurante (establecimiento público), como entidad disciplinadora, sino a los mismos comensales y ciudadanos que evidenciaron la situación y que no reaccionaron ante ella.
Esta conversación que inicia de forma unidireccional (restaurante – don Pedro), pudo contemplar, por ejemplo, la intervención de otros sujetos a los que, en principio, no afecta de manera directa el rechazo, pero que una búsqueda de mecanismos de expresión por parte de estos podría actuar frente a lo sucedido y lograr hacer una intervención efectiva a partir del tejido de una esfera pública. Nos referimos a una de las herramientas más inmediatas: la acción en redes sociales, espacio dentro del que se lucha y espacio que representa por lo que se lucha (Butler, 2012)[4]. ¿Qué posibilidad más inmediata tendría don Pedro de hacerse escuchar, sino fuese por el registro inmediato de dicha acción por quienes reflexionan, actúan y habilitan (a su vez) la posibilidad de otros adicionales de ingresar, exponer sus subjetividades y permitirse reflexionar y actuar frente a la condición de marginalidad que se estaba imponiendo en un medio público?
Lo que el gesto de un ciudadano podría hacer al documentar y denunciar en una red social la situación de don Pedro, permite es, justamente, transformar y sacar a don Pedro y su situación del anonimato; elevar la discusión sobre la misma más allá de comentarios sobre la mesa y exponer sus argumentos e indignación como puertas para que otros se reconociesen en la subjetividad que estaba experimentando él y así lograr evitar que la indiferencia reprodujera más desigualdades sistémicas.
Una tarea que debe asumir la teoría crítica es la de hacer visibles las maneras en la que la desigualdad social infecta las esferas públicas…”[5]; nosotros agregamos, no solo la teoría crítica académica sino el accionar cotidiano de los sujetos de a pie, que por medio de su existencia propia, personal, íntima pueden ayudar a replicar esa y cualquier tipo de desigualdad, o bien, ponerla en tela de juicio.
La escala en que sucede todo lo anterior, importa.
Ilyan Gómez pertenece a Plataforma Comadres, un espacio que busca posicionar el trabajo de las mujeres en el análisis de la política nacional e internacional.
[1] Ministerio de Cultura, (2018), I Encuesta Nacional Percepciones y Actitudes sobre Diversidad Cultural y Discriminación étnico-racial, principales resultados, Lima, Perú. Recuperado de: https://centroderecursos.cultura.pe/sites/default/files/rb/pdf/primeros-resultados-encuestra-discriminacion.pdf
[2] Ibíd. Pág. 9
[3] Ibíd. Pág. 8
[4] Butler, J. (2012). Cuerpos en alianza y la política de la calle. Revista Transversales. No. 26, pág. 2-3
[5]Butler, J. (2012). Op.cit. Pág. 113
Fuente: Noticias Ser.pe