La violencia y la memoria
Por Nelson Manrique
Es un interesante síntoma que buena parte de la abundante cosecha de cine peruano que hoy llega a las salas de exhibición esté dedicado al conflicto social armado de los años 80 y sus consecuencias. El año 2015 seguramente será reconocido como un hito, tanto por la cantidad de películas que se han presentado, o que están por incorporarse a la cartelera, como por su calidad.
Con el Festival Internacional de Cine de Lima de la PUCP llegaron excelentes títulos a la pantalla, como Magallanes, de Salvador del Solar y Dibujando memorias, de Marianne Eyde. Varios otros filmes, exhibidos o no en el festival, entrarán próximamente en cartelera. NN. Sin identidad, de Héctor Gálvez, está actualmente en cines. La última noticia, de Alejandro Legaspi, integrante del grupo Chasqui (que sólo tuvo tres proyecciones a sala colmada en el festival, dejando a muchos con el deseo de verla), recientemente ha ganado el Concurso Nacional de Proyectos de Distribución de Largometrajes organizado por el Ministerio de Cultura y próximamente debe llegar a los cines. Otras obras más se exhibirán en los próximos meses. Ya habrá oportunidad de escribir sobre ellas.
La preocupación de los cineastas peruanos por las consecuencias del conflicto armado interno es paralela a la que se viene manifestando en otras disciplinas dedicadas a la reflexión social. En los últimos años han venido publicándose excelentes ensayos, memorias y reflexiones que presentan una riquísima visión multidimensional del conflicto, que deben contribuir a procesar los problemas irresueltos que ha dejado uno de los episodios más dramáticos de nuestra historia.
Entre los textos más interesantes que se han publicado figuran testimonios de diversos protagonistas, directos o indirectos, de este periodo convulso. Es el caso de Memorias de un soldado desconocido, de Lurgio Gavilán (IEP 2012), quien fue reclutado de niño por una columna de Sendero Luminoso a la que lo incorporaron, fue luego capturado y salvado de ser ejecutado por un oficial del Ejército e integrado a las Fuerzas Armadas como soldado, devino luego en pastor evangélico, para finalmente convertirse en antropólogo, lo que le permite reflexionar desde una experiencia vital excepcional.
Otro testimonio muy valioso es Con la palabra desarmada. Ensayos sobre el (pos) conflicto (Fauno Ediciones, 2015), de Alberto Gálvez Olaechea. Él fue miembro de la dirección del MRTA, fue capturado y puesto en prisión en 1987 y se fugó por el túnel que construyó su organización en 1990. Recapturado un año después, renunció al MRTA en el 1992 y se dedicó a escribir. Durante los 27 años que permaneció en prisión revisó profundamente su experiencia, asumió autocríticamente los errores cometidos, pidió perdón por los daños ocasionados, se dedicó a la narración y a elaborar poderosas reflexiones sobre el país, las condiciones sociales que dieron lugar al conflicto armado interno, la prisión, y lo que esta dice sobre el Perú que habitamos.
Otros dos valiosos libros son obra de familiares de quienes fueron protagonistas de esta convulsa etapa histórica. En Los Rendidos. Sobre el don de perdonar (IEP 2015), José Carlos Agüero hila un conjunto de reflexiones desde su excepcional condición de hijo de dos senderistas muertos por las Fuerzas Armadas y sobre el estigma que pesa sobre los hijos por las acciones de sus padres.
En La distancia que nos separa (Planeta 2015) Renato Cisneros construye el relato más logrado literariamente hablando, cuya trama indaga la compleja relación con su padre, el general EP Luis Cisneros Vizquerra. Cisneros Vizquerra, formado como militar en Argentina y compañero de varios de los militares juzgados y condenados por delitos de lesa humanidad en ese país, fue ministro del Interior del gobierno de Fernando Belaunde Terry y estuvo entre los halcones de las Fuerzas Armadas. El contraste entre el mundo público y el mundo privado del personaje aporta nuevas luces sobre el periodo.
Creo encontrar un hilo conductor que enlaza estas diversas obras. Es la búsqueda de caminos que hagan posible la reconciliación nacional. Una tarea pendiente e imprescindible.
Fuente: La República