COP20: París bien vale una misa
Por Humberto Campodónico
La COP 20 acabó ayer domingo, casi 48 horas después de su “cierre oficial”. El logro más importante es que, finalmente, se aprobó por todas las partes un documento que permite que siga abierto el camino hacia París, donde la COP21 debe aprobar un nuevo Protocolo vinculante para reducir la emisión de gases con efecto invernadero.
El hecho que se haya aprobado el documento no debe esconder, sin embargo, las muy fuertes divergencias existentes entre los países desarrollados (PD) y los países en desarrollo (PED). En algunos momentos, estas divergencias estuvieron muy cerca de la ruptura y el fracaso de esta COP 20.
Estas tienen que ver con diferentes enfoques sobre temas sustantivos: uno, el principio de responsabilidades comunes, pero diferenciadas. Dos, el marco del acuerdo del 2015, lo que incluye la fijación de la meta de reducción de los gases con efecto invernadero. Tres, los aportes a las contribuciones nacionales que cada país debe hacer para reducir las emisiones contaminantes.
Los tres temas tienen que ver con una apreciación histórica: si los PD son los que comenzaron la contaminación hace 250 años con su proceso de industrialización, eso significa que el stock acumulado de gases desde esa fecha hasta hoy es responsabilidad de ellos. Y aquí debiera regir el principio de: el que contamina paga.
Este fue el espíritu inicial de la Conferencia de Rio en 1992. Pero desde esa fecha mucha agua ha pasado bajo los puentes, siendo la principal el gran crecimiento de los países asiáticos de industrialización reciente (sobre todo China, también la India, entre otros).
Y ahora los PD dicen que Rio ya es obsoleto y que ahora “todos contaminan”, lo que pone a todos los países en pie de igualdad. Eso se traduce en que ahora todos deben determinar sus “aportes a las contribuciones nacionales”. En opinión de los PED, eso está bien, siempre y cuando se observe el principio de “responsabilidades comunes, pero diferenciadas” No es lo mismo un país que contamina hace 200 años, que uno que contamina hace 15 o 20.
¿Queda clara la divergencia, no? Pero la cosa no acaba allí. En Rio también se acordó que los contaminadores financien la “adaptación” de los países más pobres (cuesta mucha plata adaptarse en temas de infraestructura, cambio de cultivos, protección civil, entre otros).
¿Qué sucede aquí? Pues que los PD tratan de zafarse de ese compromiso, establecido en US$ 100,000 millones en la pasada COP de Varsovia. Hasta ahora solo se han comprometido US$ 10,000 millones (para cuatro años) y se ha introducido el criterio de que la banca multilateral de desarrollo también puede “prestar dinero” y lo mismo pueden hacer los bancos privados y otras empresas. No, pues. No es lo mismo que “te presten” los bancos a que los PD contribuyan a tu adaptación con financiamiento y tecnología, pues ellos causaron el problema.
Aparte de los temas de fondo, hay temas de “procedimiento”, que han jugado, hasta esta COP, en contra de los PED. Uno de ellos es que, después de días de negociaciones y ante el entrampamiento, se le encarga a los co-responsables de la Plataforma de Durban, que presenten un texto de consenso (consenso ciertamente inexistente).
Cuando ese texto se somete a votación, los PED corren el riesgo de verse acusados de “oponerse por oponerse”, motivo por el cual votan a favor. Esta vez, eso también casi sucede, pues el ministro Pulgar Vidal le dio pase a Durban. Pero en Lima la oposición de casi todos los PED fue vigorosa, dejando un mensaje claro: “el planeta está en peligro y no firmaremos un texto negativo”.
Aquí lo importante es que Pulgar tomó las atribuciones que le corresponden como Presidente y logró, después de varias horas y de cambios en la redacción, que se aprobara un documento final. El texto deja más o menos contentos a todas las partes: se aprueba que todos los países reduzcan sus emisiones y que deben presentar sus planes antes de París 2015. Pero también se dice que debe haber el financiamiento necesario para que ello se lleve a cabo. Finalmente, las pequeñas islas que corren el riesgo de desaparecer, también fueron mencionadas de manera explícita.
Así, el documento puede apreciarse como un vaso medio vacío o medio lleno. Todo depende del color del cristal con el que se mira. Para las ONG ambientales está muy mal que no se mencione de manera explícita la meta de reducción de gases. Mientras que, para los PD debieron establecerse metas explícitas de reducción de emisiones para los PED.
Es clave que se haya mantenido la “unidad de todas las partes” y que siga abierto el camino hacia París. Esto es un mérito donde Pulgar se lleva muchas palmas, lo que ha sido reconocido por tirios y troyanos. De otro lado, todo está para ser discutido de aquí a diciembre en París, lo que obliga a todos a esforzarse para obtener un resultado que salve a nuestro planeta de la catástrofe. Eso bien vale una misa.
Lo bueno es que los PED han demostrado que pueden vencer el “bullying” de los PD, encontrar consensos y vivir para contarlo y seguir trabajando. Lo que tampoco es poco.
Finalmente, es lamentable la baja cobertura de la COP 20 en la prensa nacional. Mientras el New York Times, China Daily, The Guardian y Le Monde le dedican sus primeras planas, nuestros principales diarios siguen mirándose el ombligo.
Fuente: La República