Desarrollo endógeno, territorio y resiliencia de los pueblos originarios: apuntes de prospectiva
Por Walter Chamochumbi
15 de julio, 2014.- Contrario a la influencia del pensamiento único global y de las corrientes modernistas tecnocráticas y homogenizantes del modelo económico hegemónico, evidenciado hoy en la crisis sistémica y los procesos asimétricos e inequitativos de desarrollo de los países, es importante reflexionar en alternativas de modelos autocentrados o endógenos de desarrollo que proponen reenfocarnos en procesos de afirmación local y particular, recogiendo importantes experiencias de los pueblos originarios y del movimiento social como parte de su evolución y de las nuevas identidades en construcción, en tanto colectivos de resistencia cultural a propósito del escenario global de desarrollo.
Sobre las tipologías de desarrollo
Apostar por procesos de desarrollo endógeno, requiere de una voluntad y afirmación política que respete la base cultural e identidad territorial de los diversos actores y colectivos que habitan una cuenca, provincia o región. Es así que -tal como estamos- inmersos en el escenario global, la diversidad cultural no debe ser un obstáculo para aspirar al progreso y construir un proyecto mayor de desarrollo e integración de los pueblos; al contrario, debe servir como base y soporte principal de un rico proceso histórico de complementariedad en la diversidad, a partir del cual diseñar lineamientos, planes y estrategias con objetivos comunes por el desarrollo humano sostenible.
Existen diferentes tipos de desarrollo en tanto procesos que transitan por sucesivas etapas de cambio y progreso relacionados con determinados contextos geográficos, socioeconómicos y culturales. Con el tiempo estos tipos de desarrollo, desde sociedades menos o más evolucionadas, se han diferenciado según la escala-temporalidad y los procesos de acumulación y distribución socioeconómica, si son procesos originarios localizados (población indígena) o son procesos no originarios (externos y con población no indígena); si sus sociedades consideran principios y cultura de valores de existencia fuertemente ligados al entorno territorial y ambiental, o si consideran criterios de modernidad y materialidad referidas al contexto económico y cultural global, etc. Todos elementos correspondientes a ciertas tipologías de desarrollo que en general son expresión de los llamados procesos de desarrollo endógeno y exógeno respectivamente.
Existen distintos enfoques de desarrollo aplicados según los niveles y agentes intervinientes internos y externos. Por ejemplo, los enfoques verticalistas que mayormente corresponden a las políticas de los Estados y que suelen partir del escenario macro sin tomar en cuenta los problemas de la localidad; también cuentan los procesos dirigidos en un nivel intermedio (regiones, municipios, cantones, etc.) y que si bien pueden aproximarse mejor a la problemática local, suelen también enfocarse verticalmente. De otro lado, los procesos de desarrollo también pueden ser dirigidos por las propias organizaciones locales, involucrando distintas escalas y filtros culturales que le imponen un sello de originalidad y particularidad al mismo. Es el caso de las poblaciones originarias que pretenden impulsar sus propios procesos de desarrollo endógeno, siendo importante tener claridad de lo siguiente: ¿quiénes dirigen el proceso? ¿A quiénes representan? ¿Cuáles son sus roles y competencias? y ¿cómo y con qué medios orientan un proceso de desarrollo de adentro hacia fuera, de abajo hacia arriba?
Frente a los modelos convencionales de desarrollo -“desarrollistas”- se contraponen diversas propuestas alternativas y experiencias sistematizadas como modelos de: “Desarrollo Local”, “Desarrollo Local Sostenible”, “Desarrollo Local Alternativo”, “Desarrollo Económico Local”, “Etnodesarrollo”, “Autodesarrollo”, “Ecodesarrollo”, “Desarrollo Sostenible”, entre otros. Sin embargo, interesa enfocarnos en los procesos de Desarrollo Endógeno, que en cierta forma recoge o coincide con varios elementos contenidos en las propuestas de modelos anteriormente señalados, porque corresponden a poblaciones que han conformado sociedades con procesos de desarrollo particular -“sui generis”-, siendo mayormente poblaciones originarias y locales que integran distintas etnias y culturas, logrando establecer fuertes vínculos de pertenencia e identidad con los territorios que habitan, así como por haber logrado formas de relación armónica con la naturaleza. Sin embargo, en su mayoría conforman comunidades muy pobres y vulnerables a distintos factores y agentes externos, presentando muchas carencias y dificultades de integración y reconocimiento por los estados–naciones de los que hoy son parte formal pero en muchos casos marginal.
La complejidad y heterogeneidad del escenario de desarrollo de las poblaciones originarias determina también múltiples problemáticas locales, que si bien en el diagnóstico general pueden coincidir respecto a grandes temas (pobreza, territorio, recursos naturales, identidad, economía, servicios básicos, derechos básicos, etc.) requieren entenderse en su particularidad. Por tanto, es evidente que no hablamos de un solo proceso sino de múltiples procesos locales de desarrollo que corresponden a espacios propios, a escalas y tiempos de maduración a ser trabajados según cada contexto. En ese sentido no existen recetas. Los criterios y las pautas analizadas como procesos de desarrollo endógeno son sólo enunciados generales que deben servir como una referencia posible de recrear en cada contexto particular de desarrollo.
En los países latinoamericanos los pueblos originarios siguen representando un importante porcentaje de población indígena (México, Guatemala, Ecuador, Bolivia y Perú, entre otros), siendo sociedades altamente complejas y diversificadas en su composición cultural, socioeconómica y en sus mecanismos de adaptación logrados a los territorios ocupados y en la gestión de los recursos naturales y medio ambiente. Incluso existen poblaciones indígenas “no contactadas” -por su mínima relación con el corpus de la sociedad que hoy conforman los estados-naciones- que han logrado formas entronizadas y de empatía ambiental en su ámbito territorial pero que resultan siendo poblaciones muy vulnerables a las políticas de desarrollo de los Estados.
Territorio, recursos naturales y desarrollo endógeno Paradójicamente, la mayoría de las poblaciones originarias son muy pobres a pesar de ocupar considerables extensiones territoriales con importantes reservas de recursos naturales y biodiversidad. En muchos casos sus territorios suelen ser invadidos por diversos operadores externos interesados en la explotación de los recursos naturales. Para ello los gobiernos -a través de sus políticas de desarrollo- promueven la inversión extranjera mediante diversos incentivos: mecanismos legales, exoneraciones tributarias, junto a una débil regulación ambiental y en base a normas constitucionales que les permiten decidir sobre el destino de los recursos del subsuelo (minerales, petróleo, gas, etc.) en tanto son considerados de interés nacional. Al final, por la no aplicación de mecanismos adecuados de consulta previa e informada, de no planificación ni zonificación ecológica económica, ni de ordenamiento territorial participativo, además y sobre todo de la falta de voluntad política del gobierno, se confrontan los modos de vida y desarrollo de los pueblos originarios con fuertes intereses de los operadores externos, cuyos proyectos de explotación minera, petrolera, gasífera, forestal, etc., generan importantes rentas pero que en la mayoría de casos no revierten en el desarrollo de estas poblaciones.
El investigador Enrique Leff señala que para las poblaciones indígenas “el territorio es el lugar donde convergen de forma natural la sostenibilidad ambiental y la identidad cultural”. Sin embargo, con el tiempo diversos factores han ido trastocando esta relación. Por ello es preocupación de muchas organizaciones de pueblos originarios, recuperar y reforzar sus rasgos de identidad territorial y en ello su relación de interacción positiva como sociedad-naturaleza, para proyectarlos desde su base –a contracorriente del modelo neoliberal- como parte de un proceso de desarrollo local, original y propio, y que hoy en día se viene discutiendo en la región como parte de la propuesta Sumaq Kausay, buen vivir o vivir bien de los pueblos. Al respecto en las últimas décadas se ha evidenciado un importante avance político y de reivindicación identitaria de los movimientos y organizaciones indígenas de Latinoamérica, por lo que más adelante podrían constituirse en un movimiento unitario regional. Así pues, su evolución dependerá del grado de maduración y desarrollo político que alcancen.
Más allá de ciertas consideraciones teóricas formales, en el sentido que los procesos de desarrollo endógeno debieran -en términos reales- ser liderados por las propias comunidades locales a partir de la prioridad en los fines, objetivos, planes y proyectos que establezcan como consecuencia de sus problemáticas y potencialidades específicas. Estos deben concebirse como parte de un proceso de planificación participativo, inclusivo y abierto, que les permita, por un lado, afirmar su identidad cultural y pertenencia territorial (incluyendo formas autonómicas de administración y gestión de sus territorios y recursos) y, por otro lado, que no se aíslen en el proceso sino que diseñen estrategias y mecanismos de integración, relacionamiento institucional e intercambio económico, comercial y de servicios básicos en el contexto local, regional, nacional y supranacional. Si tomamos como ejemplo la problemática de desarrollo agropecuario de las comunidades agrícolas y sus perspectivas de desarrollo frente al contexto internacional de mercado, citamos el estudio de Barkin (2002), sobre las estrategias que los campesinos mexicanos vienen implementando en una lógica de manejo sustentable de sus recursos naturales frente a la globalización y el contexto de libre mercado.
Barkin señala que son tres los principios mínimos que los pequeños agricultores vienen aplicando como alternativa al empobrecimiento individual y la degradación ambiental: “Autonomía, Autosuficiencia y Diversidad productiva”. Son principios coherentes entre sí que convergen claramente en una perspectiva de desarrollo endógeno; aún más, si ampliamos y trasladamos estos principios desde la esfera individual a la colectiva, mayores posibilidades de empoderamiento de desarrollo tendrán las comunidades. Así, será posible articular el diseño de distintas estrategias productivas (además de visualizar la problemática de la inseguridad alimentaria local) y evaluar sus posibilidades reales para generar excedentes transables en el mercado. La posibilidad de que las comunidades logren encadenamientos de desarrollo productivo y comercial en un contexto supralocal, dependerá entonces de cómo se diseñen las estrategias de cuáles resulten los mecanismos de articulación al interior de ellas y de cuáles resulten sus rasgos de potencialidad a desarrollar: su portafolio productivo, sus formas organizativas, los conocimientos tradicionales, las tecnologías e insumos empleados, centros de acopio, créditos, carreteras, etc.
Cualquier iniciativa de desarrollo que las comunidades quieran impulsar -en el marco de un proceso de desarrollo endógeno- es importante no circunscribirla al ámbito de la problemática local sin dejar de tomar en cuenta sus nexos y relaciones al externo de la misma. Nos referimos a la conveniencia de impulsar procesos locales abiertos, si consideramos en forma ineludible los escenarios mayores del contexto subnacional, nacional y global. Sólo que reconocer el escenario global debe tener como correlato el necesario reconocimiento de la diferencia en lo particular. En ese sentido, valen los elementos no sólo materiales (objetivos) que subyacen al proceso de desarrollo sino también los elementos de identidad cultural y valores propios (subjetivos) de las poblaciones originarias y comunidades locales, así como las políticas que por su parte apliquen los Estados.
Los procesos de desarrollo endógeno van íntimamente ligados al ámbito físico de intervención -territorio- y su división política administrativa y jurisdiccional, porque entendemos que lo local no se desvincula del ámbito regional y nacional. En tal sentido, la complejidad del espacio físico y su gobernanza puede ser determinante de la forma como las comunidades diseñen en forma adecuada los planes y estrategias de desarrollo para sus territorios. El ámbito propio del territorio ocupado implica conocer (o reconocer) su extensión, límites y configuración física-natural: cuencas hidrográficas, ecosistemas, pisos ecológicos, recursos naturales y biodiversidad, centros poblados, caseríos, santuarios, población, actividades productivo-extractivas, servicios, vías de acceso, ámbito jurisdiccional, su relación con el entorno, corredores económicos y términos de intercambio con otras comunidades o centros poblados aledaños, etc. En conjunto, todos estos elementos deben permitirnos aproximar una caracterización general de la problemática y la potencialidad del territorio, para luego diseñar propiamente los planes y estrategias de ordenamiento territorial (en tanto instrumentos que les permitan alcanzar sus fines y objetivos de desarrollo).
Resiliencia social y desarrollo de capacidades locales
Por otro lado, las comunidades –según su propia experiencia y aprendizaje- podrían potenciar su capacidad de resiliencia social (desarrollar un pensamiento resiliente), a fin de enfrentar y gestionar en la mejor forma posible los problemas y conflictos que surjan en medio de cada proceso de desarrollo. En tal sentido, las comunidades pueden potenciar y proyectar esta capacidad de resiliencia principalmente a nivel colectivo para buscar salidas alternativas como resultado de la participación, el diálogo y la concertación. En realidad pueden haber distintas respuestas o salidas a un mismo problema, porque en estos casos no siempre el planteamiento de la solución es resultado de una secuencia coherente de pensamiento lógico causa-efecto (sobre todo si se trabaja a nivel colectivo y en cada contexto cultural, donde además se trata de analizar no sólo problemas sino también potencialidades). Al contrario, a veces la solución es resultado de formas desordenadas de discusión que suelen impregnarse de distintos tipos de subjetividad que pueden desgastar el proceso. Al respecto se afirma que el pensamiento occidental suele ser lineal, racional y especializado (“reduccionista”), en cambio el pensamiento indígena suele ser circular, simbólico y totalizador (“holístico”), lo que diferencia estructuras de pensamiento y por ende las formas de percibir, analizar y enfrentar los problemas de desarrollo. Sin embargo, dependiendo del contexto cultural particular en el que se desenvuelva cada proceso de desarrollo y recogiendo en lo posible los distintos puntos de vista, al final lo más importante es escoger las mejores alternativas para impulsar procesos consensuados, transparentes y propios.
A pesar que los elementos propuestos en el esquema 1 son subjetivos, pueden recrearse según el contexto cultural particular de la problemática local. Lo importante es que se aporten ideas-insumos en la perspectiva de desarrollar un pensamiento resiliente, a fin de encontrar derroteros de orientación política estratégica y de acción concertada en torno a la visión, los fines y objetivos mayores de desarrollo que persigan las comunidades para su mayor beneficio posible.
Si al final se recuperan todos estos elementos en los procesos de desarrollo endógeno, en tanto elementos de la cédula básica de desarrollo de las comunidades, será posible desarrollar capacidades locales y proyectar y articular una secuencia concatenada de planes y acciones de desarrollo en los distintos niveles o escalas: local-regional-nacional. De hecho existen diferentes escalas de desarrollo endógeno. En cualquier caso, lo importante es que exista una secuencia –dinámica e interactiva- de articulación de una línea vertical y ascendente de desarrollo que fluya desde la perspectiva de la comunidad, respecto de una línea vertical descendente desde las instancias de Estado y de otros agentes intermedios y externos de desarrollo.
Proyectar una visión política para desencadenar procesos de desarrollo endógeno en distintas localidades y regiones, armonizar e integrarlos con la visión de desarrollo país, dependerá de la forma como el gobierno y sus estamentos articula las líneas directrices con el marco institucional y la estructura política, económica, social-cultural y ambiental de los pueblos. Se trata pues de impulsar reales procesos de desarrollo democrático, participativo y descentralizado. Siendo procesos de ida y vuelta que deben trabajarse como parte de un sistema totalizador e integrador de todas las acciones de desarrollo posibles de proyectar en distintas escalas y niveles.
Fuente: Panamaon