Reseña del libro «Pensar la Interculturalidad: una invitación desde Abya-Yala / América Latina»

 

Ficha técnica: 

Autor: Edwin Cruz Rodríguez
Editorial: Ediciones Abya-Yala
Número de páginas: 143 pp.
Año de publicación: 2013

 

 

 

 

 

 

Por Estrella Guerra*

A partir de la denominación de América Latina como Abya-Yala  —con el que el pueblo Kuna denominaba el Continente desde antes de 1492—, el autor encuadra la reflexión de su texto: dar cuenta de una teoría construida desde y para la realidad pluricultural latinoamericana. Según Cruz, el objetivo de su contribución es: “[…] dar alguna sistematicidad a los distintos significados que se han producido en el marco de lo que podría denominarse el campo crítico de la interculturalidad en América Latina” (p. 12).

Para establecer la singularidad y productividad de los aportes realizados al tema desde la región, los compara a lo largo de todo el libro con las propuestas del multiculturalismo, cuyo principal exponente Will Kymlicka con su texto Ciudadanía intercultural (Buenos Aires: Paidós, 1996). La confrontación entre los límites de los postulados multiculturales y los interculturales Se organizan en tres secciones. En la primera, sobre los contenidos heurísticos, se presentan los contenidos teóricos de ambas aproximaciones. Se parte de señalar que la distinción que hace Kymlicka para caracterizar estados pluriculturales es el de la mayoría versus la minoría; pues, obviamente, se plateará que las mayorías culturales son las que tendrán derecho a la representación y al autogobierno dentro del Estado. Estas mayorías son también las que se identifican con un territorio y con una cultura que interesa preservar ya que a partir de ellas se construye la identidad de estos pueblos. En tanto que las minorías “étnicas” no pueden reclamar dicho autogobierno en tanto que son el resultado de procesos migratorios en los que voluntariamente se decide dejar el propio territorio para asimilarse a otro. Frente a esta distinción, Cruz recoge lo expresado por autores como Catherine Walsh o Fidel Tubino que precisan agudamente que en Latinoamérica esta oposición entre mayoría y minoría no funciona porque provenimos de contextos coloniales que han construido sociedades en las que la relación es más bien de dominantes (que puede ser la minoría) versos subalternos (que puede ser la mayoría). A esto se agrega que se pueden identificar grupos étnicos que no están asociados a un territorio y no son producto de migraciones. El reconocimiento de esta complejidad y singularidad es, precisamente, lo que ha dado lugar a la construcción de un enfoque intercultural cuyo alcance analítico es mucho más productivo.

La segunda parte se destina a analizar cómo los conceptos teóricos tanto del multiculturalismo como el de la interculturalidad derivan en propuestas normativas que determinan las formas de interacción de los grupos culturales intranacionales. La crítica principal que interpondrá Cruz al enfoque del multiculturalismo consiste en que el Estado que alberga los diversos grupos culturales a los que se les permite autogobernarse propugna valores y políticas liberales que son establecidas desde arriba como la superestructura de convivencia. Esto implica que una concepción ensimismada del otro a partir de una aproximación monocultural. Es desde esta concepción que se ha construido la noción de Derechos Humanos. En contrapartida la interculturalidad, definida como crítica pues busca construir desde abajo, no se plantea un marco normativo a priori sino que apuesta por el diálogo para primero construir una comprensión conjunta de lo implica una vida buena y luego establecer normas compartidas de convivencia. Para ello, se parte del concepto acuñado por Raimon Pannikar de hermenéutica diatópica que “[…] toma como punto de partida que los topoi, los “lugares de  distintas culturas”, no pueden entenderse con los instrumentos de comprensión de una sola tradición y cultura (autobiografía intelectual). Intenta poner en contacto horizontes humanos radicalmente diferentes, para lograr un verdadero diálogo dialógico que tenga en cuenta las diferentes culturas” (“Is The Notion of Human Rights a Wester Concept?”, 1982). Por ello, Cruz sostendrá que es importante partir de que somos iguales, pero diferentes y que debemos dialogar, interactuar para comprender la diferencia y construir la igualdad. Solo desde esa manera se podrá lograr una justicia sustantiva y no únicamente funcional.

La tercera parte del texto está dedicada a mostrar las consecuencias políticas de ambos enfoques. Ambos enfoques reconocen que deben implementarse desde federalismos asimétricos que permitan reconocimientos diferenciados para cimentar situaciones equitativas. Desde el multiculturalismo se presentan como ejemplos la autonomía territorial y del federalismo. En este último caso se cita las experiencias de Estados Unidos y de Canadá, cada uno con sus particularidades ya que Canadá reconoce criterios lingüísticos y culturales para su conformación, en tanto que Estados Unidos solo reconoce el criterio del territorio. Sin embargo, Cruz señalará que estos sistemas solo están pensados desde la lógica de la mayoría versus la minoría, con lo que se desplaza el problema de la desigualdad entre culturas a lo local, además de correr el riesgo de aislarlas. La forma de evitarlo es, precisamente, promover la convivencia, el respeto, el diálogo y el aprendizaje mutuo, en lugar de impulsar una tolerancia que termina ahondando diferencias y estigmas. Precisamente, esto es lo que asume el interculturalismo a partir de una autonomía intercultural, no territorial. Para garantizarla es necesario apuntalarla con políticas que provoquen “acciones transformativas” —sostiene Cruz— que logren cambios estructurales y políticas redistributivas, así como políticas posibiliten la interacción equitativa entre grupos culturales.

El libro de Edwin Cruz constituye una interesante y clara introducción a la reflexión sobre la interculturalidad. Se echa en falta la presentación de casos concretos que den cuenta de la aplicación de políticas interculturales en la región latinoamericana. A partir del texto podemos aproximarnos a sus características peculiares y complejas que están agudizadas por un pasado colonial, pero no se presentan experiencias concretas que puedan ir evaluando la aplicación de las propuestas interculturales. No obstante, es un importante esfuerzo de síntesis que nos permite aproximarnos al estado del debate multiculturalismo /  interculturalidad.

 

*Estrella Guerra Caminiti, Licenciada en Literatura y Lingüística Hispánica por la Pontificia Universidad Católica del Perú, doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Deusto (Bilbao, España), maestra en Política y Gestión Universitaria por la Universidad de Barcelona y la Pontificia Universidad Católica del Perú, y diplomada en Edición y Publicación de Textos también por la Universidad de Deusto. Sus áreas de investigación son la retórica del Siglo de Oro, así como los desarrollos más contemporáneos de la argumentación a partir de la neorretórica de Perelman. Otra de sus áreas de interés es la investigación sobre la situación de la educación superior universitaria en el Perú y Latinoamérica; sobre este tema ha publicado el artículo «La universidad peruana en el contexto mundial y regional». Se ha desempeñado como jefe de edición en el Fondo Editorial de la PUCP; en esta área su trabajo más importante fue ser la editora general del Informa Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Ha trabajado también como Secretaria Académica de Estudios Generales Letras y Directora Ejecutiva de la Escuela de Posgrado, Jefa de la Oficina de la Red Peruana de Universidades de la PUCP y como docente contratada del departamento de Humanidades.

Categoría: Reseñas