De vínculos y soledades

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Por Jorge Bruce

Hace tanto tiempo que nos preguntamos por qué nos resulta tan difícil a los peruanos organizarnos como colectividad. No es, por cierto, en el limitado espacio de esta nota que pretendo agregar otro intento de respuesta a esa pregunta que nos asedia con feroz insistencia. En cambio quisiera resaltar la necesidad de ese cuestionamiento. Esta semana me tocó presentar el libro “Chinkagkuna: Los que se perdieron”.  A mi derecha en el panel se sentó la señora Adelina García Mendoza. El 1 de diciembre de 1983 una veintena de encapuchados irrumpieron en su casa, en Ayacucho, y se llevaron a su esposo, Zenobio Tenorio Prado, de 27 años, cerrajero. Adelina tenía 20 y desde entonces no lo ha vuelto a ver.

“Cuando te toca, cuando desaparecen a alguien de tu familia, no puedes olvidar el dolor. Durante cinco años caminaba de acá para allá, buscando. Iba a zonas donde solían arrojar muertos, me decía ‘de repente ya lo han botado por acá’. Cuando veía a algún loquito por la calle también pensaba en mi marido: ‘con tanto golpe quizás es él. Ha perdido la memoria, se ha vuelto loco y está caminando por la calle.’”.

El testimonio de Adelina nos retrata con desgarro y lucidez. Los locos que caminan por la calle habiendo perdido la memoria, somos todos nosotros. Adelina ya tiene 50 y hoy preside la Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú (ANFASEP). El solo hecho de que una asociación con semejante nombre sea necesaria habla de nuestra locura colectiva, de nuestra desmemoria y de la tenaz desvinculación que es el signo de nuestra sociedad.

Cuando algunos años visité el local de dicha asociación en la ciudad de Huamanga y vi a esas mujeres tejiendo “pastillas” (piezas de lana bordada en formato A4), confeccionando una gran chalina colectiva como acto de reparación y homenaje a sus desaparecidos, recordé (acaso fue una defensa contra un dolor incontenible) la definición de Freud en “Duelo Y Melancolía”: “En el duelo el mundo se convierte en pobre y vacío, en la melancolía es el propio yo el que se convierte en pobre y vacío.”

El trabajo del duelo, uno de los grandes trabajos del alma junto a los del sueño y la creación, según Didier Anzieu, es el que permite salir del entrampamiento melancólico, de los parajes de tristeza y rabia vacíos, incoloros. De ahí que recuperar los restos de los seres amados (más de 15,000 en estimaciones cautelosas) sea una urgencia que exige una ley ad hoc, así hayan pasado 35 años desde que Sendero desató los perros de la guerra.

La Sociedad Peruana de Psicoanálisis efectúa su XIV congreso los días 25, 26 y 27 de este mes (www.spp.com.pe). El título del mismo es precisamente Vínculos y Soledades, algo que los psicoanalistas vemos a diario en nuestros consultorios, pero cuyas repercusiones trascienden esas paredes y repercuten por todo el Perú. Las palabras de Doña Adelina nos recuerdan que sus muertos son los de todos. Es decir, si es que queremos algún día ser un país en donde la desaparición de un compatriota no nos deje indiferentes.

Fuente: La República

Categoría: CVR, Noticias, Política